Jed Martin es un artista proveniente de un entorno burgués
que ha hecho una carrera alternando la fotografía
con la pintura, ambas facetas del arte han sabido darle satisfacciones
sociales, económicas y en algún momento sentimentales. Sin embargo durante la
novela conoceremos sus intentos por llenar vacíos afectivos que se remontan a
la temprana desaparición de su madre, hecho que lesionará casi de por vida las
relaciones con su progenitor. Mientras
se abre paso en el mundo del arte, Martin conocerá una galería de personajes y vivirá
situaciones que sin llegar a ser pintorescas, permitirán al lector hacerse una
idea de lo que el autor piensa de la actualidad de Francia, Europa y el mundo.
Houellebecq
es un narrador que desata odios y simpatías en su país natal, en esta obra
suelta todo lo que tiene dentro, pero sin rabia, sin rencores, se limitara a
exponernos su visión de las cosas. Esta novela está muy bien narrada, la
denuncia no opaca el estilo, pese a ser de una actualidad sorprendente, el cómo
se cuentan las cosas nos pone frente a
un escritor que respeta mucho el lenguaje propio de la novela. El humor negro y
los entremeses que permiten bajar la tensión de ciertas situaciones están muy
bien insertados. Houellebecq leyó e interpreto a la perfección el manual
de la perfecta novela moderna.
Un final simbólico,
quizás no tan difícil de entender cómo se puede llegar a creer, cierra una
novela entrañable que desmonta mitos y que fortifica otros.
Valoración
9/10