La primera novela de Dostoievski que leo completa es uno de
esos libros que te dejan sin aliento, no solo por el tremendo interés que la
historia genera, sino por la pluma del autor que a pesar de presentarnos un relato cubierto
por varias capas de densidad tiene el suficiente oficio como para dejarnos al
final de cada capítulo con la sensación de que hemos leído una exposición tremendamente
detallada de las variantes del pensamiento.
También conocida como El príncipe idiota, narra la historia
del príncipe Mishkin , un noble ruso
que bordeando los 20 años regresa a su país después de una estancia de varios
años en Suiza donde se tratara a causa de la epilepsia o en esta novela también
llamada “idiotez”.
Es en su patria donde conocerá
a la nobleza de la ciudad de San Petersburgo, preocupada por el que dirán, la aceptación
social, la acumulación de riquezas y demás cuitas a las cuales nuestro héroe no
desprecia pero tampoco glorifica. La aparición de una mujer terrible, extremadamente
liberal y golpeada por la vida marcará los andares del príncipe, mientras
conoce una serie de variados personajes (desde los absolutamente cautivadores
hasta los que no aportan gran cosa al desarrollo de la narración, todo hay que
decirlo).
Me gustaría decir que las
800 páginas en promedio que tiene la obra se pasan volando, pero eso sería una
mentira del tamaño de Rusia. Mucha carnecita que desmenuzar, muchos sabores que
diferenciar con calma y sin apuro, hacen de esta lectura una delicia pero no
una de fácil consumo.
Advertiré a quien pueda
interesarle que cuando faltan unas cien páginas para que acabe el libro, Dostoievski
infiltra sin justificación alguna (para el desarrollo de la novela) un pequeño
panfleto anti católico como pocas veces se ha visto. Claro que no malogra la
historia pero llamó poderosamente mi atención la falta de maña de un autor que
hasta el momento se mostraba exquisito.
Algunos capítulos después de
ello , un personaje del que no sospechamos nada nos hablará de un personaje histórico
a manera de entremés antes de que entremos al desenlace de la historia….Y ese entremés
es notable, es el ejemplo perfecto y mayúsculo de cómo se puede introducir una
pequeña historia dentro de otra sin maltratar la primera. (Sencillamente
maravillosa esa parte).
Un libro estupendo.
9.5/10
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