Hace
un par de años mi descubrimiento literario fue Mircea Cartarescu y su
extraordinario relato llamado el ruletista. Fue
mi primer contacto con la literatura del este de Europa, en aquella ocasión caí
rendido ante la manera en que Cartarescu confeccionaba situaciones fantásticas
con elementos tan cotidianos… Un sabor de boca como si estuviéramos frente a lo
mejor que la literatura eslava podría ofrecernos, su expresividad, sus pocos
artificios lingüísticos, la honestidad de su narrador y lo apasionante que
resulto meterme en sus pensamientos me rindieron totalmente a la pluma del
rumano…
Este año Krasznahorkai y su Melancolía de la
resistencia sencillamente
me volaron la cabeza, Una historia tan sencilla hace palidecer todo lo que
mencione arriba (por supuesto que necesito leer aún mucho de ambos autores para
poder hacer una comparación más objetiva). Vamos por partes.
La
novela comienza con un personaje secundario en un tren, que será la llave para
conocer un universo de caracteres que parecen aislados del resto del mundo, apelotonados
en sus cómodas casas sin sospechar que un ser marginado de esa conformidad
casera (conformada por casas cómodas, potes de mermeladas, masetas con pisos
tejidos, pianos que nadie toca); está
esperando una oportunidad de cambiar ese mundo que no
entiende y que lo rechaza pero que quiere trastocar a como dé lugar. La aparición de un circo y su descabellada
atracción principal trastocaran todo lo
que conocemos.
Valuska
, el personaje que soporta el eje principal de la historia ya justifica por
completo la lectura, pero Valuska no es lo único bueno que encontraremos en sus
400 páginas.
¿Todo
se justifica en nombre de las ideas revolucionarias?
¿Vale
la pena sacudir a quien no quiere ser sacudido?
¿El
autor quiere hacer una comparación con la Europa de finales del siglo XX?
9/10
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